La falta de respeto a la mujer comienza en la calle

Llama la atención que el año pasado haya concluido con un concurso de piropos, lanzado en el marco de una campaña de seguridad en la construcción impulsada por la Seremi del Trabajo y Previsión Social, la Cámara Chilena de la Construcción y la Central Unitaria de Trabajadores CUT.

Esta “cruzada” por la seguridad y salud en el Trabajo consistía en lanzar piropos relacionados con temas de seguridad laboral, a modelos de una academia.

Llama la atención sobre todo por la poca sensibilidad que estos organismos manifiestan con el género femenino, que debe enfrentarse día a día no sólo con los “simpáticos” piropos de los obreros de la construcción, sino con todos los de aquellos que sienten que su superior categoría de hombre, les permite violentar a aquellas que caminan tranquilamente por la calle.

Recuerdo que a los 12 años yo caminaba con una minifalda por la calle y un hombre me dijo: “Después se quejan porque las violan”.
Sentir la real amenaza de ser violada a las 12 años, es una marca que no se borra y que he compartido con otras mujeres, las que me han confidenciado otras iguales o peores.

El problema real que subyace a esta situación, es la concepción que aún persiste en muchos hombres chilenos. Se trata de un machismo arraigado, en que ellos pueden hacer lo que deseen con las mujeres. Nuestras abuelas fueron ampliamente golpeadas, en muchos casos nuestras madres también; hoy se conocen infinidad de casos de violencia intrafamiliar aplicada a las mujeres bajo el mismo criterio. Demás está mencionar los más de 60 femicidios del año pasado y los 10 de lo poco que llevamos de este 2008: esto no hace más que confirmar esta tendencia de agresión.

Pero la agresión infligida en contra de la mujer está por lejos sólo en el hogar; parte en la calle, donde cualquier representante del “sexo fuerte” se siente en la libertad de decir cualquier cosa a las mujeres que ciertamente no buscan llamar su atención. Algunos dirán “¿qué importa si te dicen mijita rica en la calle”, pues bien, sólo eso es un acto que violenta en contra de personas que tienen, al igual que ellos, el derecho de caminar tranquilamente por la calle, sin sentirse agredidas o vulneradas. Además, si alguien es cándido en su piropo, también da pie para que otros lo hagan, pero no necesariamente de la misma forma.

En conversaciones con hombres, he descubierto que ellos no sopesan lo que pasa con este fenómeno, incluso puede ser gracioso para ellos. No entienden la violencia que esto representa, sin embargo, cuando los llamo a pensar en que no son las mujeres “NN” que pasan por la calle, sino sus esposas o sus hijas… entonces lo piensan mejor….

Este es mi llamado, a hacer que este sea un país más respetuoso, que no sólo se ocupe de la productividad y el PIB, sino que avance hacia el tan ansiado desarrollo de una forma más íntegra, en que cada uno tenga espacio para hacer lo que le parezca en tanto no violente a otros.

Escribir esto no responde a otra motivación que transmitir la violencia que hay detrás de estas manifestaciones callejeras. La violencia comienza en la calle, con mujeres “NN” que deben soportar dichos que van desde “mijita rica” hasta “te violaré”. La supremacía que sienten los hombres se aprecia en ese ámbito, pero termina cuando golpean a su mujer en casa o las asesinan.

En la calle está el germen de la violencia que ellos sienten pueden ejercer sobre las mujeres y el llamado es a respectar la integridad de los otros y sobre todo detenerse un poco más en quién es ella; podría ser una hija, podría ser su propia mujer.